jueves, 9 de julio de 2015

Los jueves relato: "Sucedió en un tren"


Alfredo, desde La Plaza del Diamante, nos propone este jueves escribir un relato más corto de lo habitual, sobre unas doscientas palabras, con el sugerente título de "Sucedió en un tren" y con un preámbulo escrito por él mismo y que todos hemos de continuar, es el párrrafo de abajo que está en cursiva. Lo que continúa es mi relato:


Violetas en el tren

"Su voz era como un susurro, hablaba y hablaba sin escatimar en detalles. A esas horas de la noche, los pormenores sobre la historia de nuestra familia me adormecían sin poder evitarlo. El abuelo repetía una y otra vez la aventura de aquel viaje en el que una vez en el tren..."

... comenzó a buscarla. Iba jadeante y alocado, mirando todos y cada uno de los coches del interminable convoy. No llevaba equipaje, solo la ropa que vestía y un pequeño ramo de violetas que había robado en la tienda de Casilda mientras corría camino de la estación, la florista gritaba enfurecida, pero él ya no pensaba volver.
Le costó recorrer todos los vagones, pero por fin la encontró. Estaba sentada en el último banco de madera del último compartimento; la vio frágil, como un espejo mostrando el vacío, pero ¡tan bella! A su lado su madre, impasible, que la guiaba a la casa donde la habían colocado interna como asistenta; bien lejos de todo.
Seis horas paseó el tren arriba y abajo, esperando un instante, ocultándose del mal presagio de ser descubierto y burlando al revisor para no gastar sus últimas siete pesetas. Todos los pasajeros se extrañaron del joven que nervioso iba y venía con un ramo de violetas en la mano, pero nadie le delató.
Y su momento llegó. Fueron fugaces las palabras cruzadas en apenas un segundo repleto de miradas cómplices y sonrisas ilusionadas, y de un ramo de violetas que perfumó el deseo antes de volar por la ventanilla cuando su madre regresaba.

Hoy, veo como el abuelo rejuvenece el tiempo con una flor violeta que ofrece a la abuela, el traqueteo confunde temblores mientras ella deja escurrir una risita vergonzosa; igual que lleva sucediendo cada nueve de Julio desde hace sesenta y siete años.

Las estaciones se encuentran en La Plaza del Diamante

jueves, 2 de julio de 2015

Los jueves relato. Un día en la vida.

Juan Carlos desde su blog ¿Y que te cuento? nos propone que contemos una historia de lo que puede acontecer durante "un día en la vida". Mi vida en los últimos años, a excepción de estas semanas que se ha desmadrado un poco, es más bien rutinaria, desde luego no da para escribir una historia con algo de emoción, así pues, yo le he dado una pequeña vuelta y me he puesto a contar como puede ser un día cualquiera en la vida de un banco del parque, si, eso mismo; o bueno mejor dicho, indagar un poco en las vidas de gentes anónimas sentadas en el banco de un parque cualquiera, en una tarde de otoño cualquiera. Para lo cual he escogido mi propia fotografía. Así pues, esto es...

Un día en la vida de un banco del parque




La suave tarde de otoño invita a degustar los cálidos rayos de un sol que cada día con más esfuerzo regala su mágico brillo. Sobre un gastado banco de madera del parque, entre chopos, arbustos y madreselvas agotadas por la dureza de un verano recién acabado, ocho personas permanecen sentadas y aparentemente ajenas entre sí. Solo dos de ellos parecen mantener una conversación, seguramente intranscendente, sobre el tiempo que se espera en los próximos días; el caballero de cazadora, jersey de lana y gafas de pasta, habla con monotonía mientras su compañero de charla trata de proteger su vista con un diario atrasado que encontró tirado sobre el mismo banco; un tercer hombre, un anciano de boina calada y añejo traje de paño, trata de esforzarse en escuchar la conversación, pero apenas unos susurros parecen llegar a sus gastados oídos, una vez más se lamenta de que su pensión no le permita comprar ese aparato auditivo que le una de nuevo a una sociedad que siente lejana. En una esquina, una mujer de coquetas gafas y vestida de luto, espera la salida de su nieto del colegio mientras piensa en la cena de esa noche y en la penita que le da la pobre Lourdes Mercedes de Todos los Santos que ha sido despechada por ese truhan malencarado de Rodolfo Manuel Cabrales; a su lado, un hombre parece ajeno a todo, está profundamente disgustado con un mundo que le ha excluido tras treinta y nueve años de trabajo; le angustia todo lo que le viene encima ¿Qué va a hacer ahora? sus tres hijos en paro han tenido que volver a casa y él se siente inútil por no poder seguir manteniéndolos. Muy cerca, otro hombre dormita ajeno a cuanto le rodea, en ese momento se siente feliz entre los brazos de Morfeo; pronto tendrá que volver de nuevo al dolor constante que supone convivir con la mujer a la que lleva regalándole cariño desde hace cuarenta y seis años pero que hace ocho que le olvidó; ella, plácida junto al hombre amable que la cuida y al que siempre trata de sonreír con bobalicona atención, aparenta felicidad, envuelta en un mundo plagado de pajaritos y bosques verdes. Solamente la joven que ocupa la esquina izquierda del banco parece buscar algo con deseo, consulta el programa de una conocida agencia de viajes; quiere preparar la sorpresa para que este año las Navidades sean diferentes; encontrará algún lugar, un sitio romántico en el que perderse y pasear cogida de la mano del hombre que cada día decora su vida.  

Poco a poco la tarde comienza a pesar y pronto cada uno de ellos se retirará a sus casas. Mañana, otras almas acudirán y se sentarán para llenar de vida aquel silencioso banco de madera del parque.    


Más historias contadas sobre un día en la vida en casa de Juan Carlos: ¿Y que te cuento?