miércoles, 14 de agosto de 2013

Los jueves relato - Recuerdo de Sani Girona



  Recuerdo de Sani Girona - Un segundo de eternidad

Todo parecía indicar que Giselia no iba a conseguir su propósito. Le habían encargado escribir acerca de “Un segundo de eternidad” pero, tras diversos intentos, no había sido capaz de articular una sola frase…

Seguía siendo inútil, jamás lograría expresarlo. Le dolía sentir que esa frase quedaba bien para las poesías y para los cantos de amor, incluso para las pequeñas historias que habían llenado de vida a generaciones de seres humanos como promesa de una convencida inmortalidad que en realidad apenas duraba un instante, pero bien sabía ella que la eternidad no podía estar encapsulada en el escaso tiempo que duraba un segundo. Sencillamente porque ella misma era la propia eternidad.

El cesto estaba lleno de ovillos de papel y en cada uno de ellos dormitaba una lágrima.  ̶ La eternidad jamás duró un segundo  ̶ pensó encogiendo los dedos a la vez que su mente giraba por el bucle del tiempo.
Cientos de niños y miles de hombres, millones de vidas sobre nombres y vivencias, todo se mezclaba en la maldición de una perpetuidad tan obscena como fatigosa y lejana.  
  
Su memoria eterna volvió a evocar aquel momento intangible en que por primera vez abrió los ojos, el mundo era todavía virginal, un exuberante éxtasis de vigor y belleza donde nada estaba descubierto y donde nada era importante porque todo carecía de valor, excepto la existencia misma. Todo era tan nuevo que no había nombres. Los recuerdos, infinitos y casi siempre dolorosos, la llevaron de nuevo a paladear el inconfundible sabor de la felicidad. Se vio a sí misma rebosante de juventud, su auténtica juventud, cuando amó por primera vez en la más bella y pura sinfonía de inocencia y candor, mezclado con el placer más delirante y el arrebato más supremo.
Y de nuevo revivió aquel instante, cuando un trueno retumbó tan fuerte que hasta el mismo sol salió despavorido. Ira y temor se fundieron en un abrazo en el que la ingenuidad se rompió en mil pedazos, y entonces tuvo que elegir… entre el paraíso y la eternidad.

Sani, amigo, descansa en paz abrazado a la eternidad de la memoria, en el paraiso seguro que ya estás.