Sobre un grupo de amigos versa la
novela que recién acabo de terminar y de la que me he permitido extraer este
pequeño extracto. Después de un tiempo sin hacerlo he sabido de la propuesta de
Alfredo para escribir sobre los amigos, y entre mis amigos siempre están los
jueveros, a los que nunca olvido.
Mis amigos
Y sí, yo
también eché a reír contagiado por el buen humor que destilaban aquellos
chicos. Desde el primer día me sorprendí que se tomaran la vida con tanta
jovialidad, teniendo en cuenta lo que tenían encima y el lugar donde se
encontraban. Algo que era más común de lo que yo mismo podía pensar en aquellos
momentos. Se
encontraban los tres apoyados en el muro y bajo el sol, esperándome para ir al
gimnasio como todos los días. Hoy tocaba baño tonificante en la piscina.
Daniel, que era el más joven de los tres, estaba sentado encima de la valla de
piedra con los pies colgando hacia el interior del patio. A ambos lados y de
pie, como si quisieran escoltarle, se encontraban sus dos compañeros. El
Cordobés, el mayor y el más alto con diferencia, estaba a su izquierda y
Ceferino, siempre sonriendo bajo su eterno semblante de pillo, se encontraba
situado a la derecha. Al fondo, como en un cuadro impresionista de Sorolla, se distinguía
preciosista el mar en calma.
Hoy, tantos años después, sé que aquellos tres
chavales consiguieron, con su amistad, con su desparpajo y con sus ilimitados
deseos de vivir, hacerme más llevadero todos aquellos meses, consiguiendo que
poco a poco me fuera integrando en un mundo que yo rechazaba porque no lo
comprendía. Ellos, y tantos otros que estaban allí, eran luchadores casi desde
el mismo momento de nacer. La propia vida estaba en su contra. Tuvieron que
aprender a convivir con sus propias limitaciones, sus miedos y su dolor,
sorteando un mundo que les daba pocas oportunidades porque jamás el mundo supo
estar preparado. Aun así siempre había en ellos una sonrisa, un chascarrillo o
una palabra de ánimo. Aquellos muchachos eran mis amigos, los mismos que trataban
de darle color a todo cuanto entonces estaba oscuro.
Muchos más amigos en casa de Alfredo, en La Plaza del Diamante