miércoles, 28 de septiembre de 2016

El gran viaje

Este microrelato que escribí hace unos meses, "El gran viaje", fue uno de los finalistas en el IV maratón de microrelatos de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios de Valencia (Clave) el año pasado, y ahora ha sido publicado en la Antología sobre los recuerdos que ha convocado "Letras con Arte".
Espero que os guste:

 El gran viaje

La luz apareció, y supe que había llegado el momento de abandonar aquel purgatorio oscuro y húmedo donde moraba envuelto de paz, acogido; donde la memoria no se había inventado y los recuerdos morían atrapados en lo que dura un sueño; donde me sentía liviano, como flotando en un colchón de gelatina, sin preocupaciones, sin miedos. Donde simplemente…, estaba.
Un brusco espasmo recorrió mi cuerpo llenándolo a un tiempo de dolor y placer. Aquella luz me llamaba con una intangible fuerza sobrenatural y me vi arrastrado por un camino plagado de aguas torrentosas. Sí, ese era el final a todo cuanto había conocido. Mi hora había llegado. Frágil y entregada, mi alma anhelaba atravesar aquel resplandor que se agigantaba a cada instante, llamándome, tirando de mí. Un miedo ancestral me inundó el corazón al sentir que el tiempo de los milagros había terminado... Y me dejé ir.
Traspasé la luz. Un intenso brillo cegó mis pupilas; un coro de seres blancos danzaban alrededor; entonces, alguien comenzó a golpearme.
Fue aquel instante, sucio, agotado, con los pulmones recién abiertos al llanto, mientras me colocaban sobre el tierno pecho de mi madre, cuando tuve conciencia de que había nacido.


lunes, 12 de septiembre de 2016

Semillas de Invierno



 Semillas de Invierno 

Sin que apenas te dieras cuenta el tiempo se tornó primavera, algo que tus arrugados huesos agradecen, nunca llevaste demasiado bien esos fríos invernales que escurren el ánimo y encogen el alma. Por instantes, te abres a la vida y retomas los viejos paseos, invitado por la soleada tarde convertida en un apacible espejo radiante, y sientes como la brisa del mar acaricia tu rostro ajado por surcos infinitos, devolviéndote lejanas y etéreas sensaciones de felicidad. Al rato, cuando ya cansado te sientas sobre el banco de piedra, abrigado a la sombra de la acacia, observas el jardín reverdecido de colores frescos y luminosos; saboreas la aromática sensualidad de los hinojos y la hierbabuena; admiras los exuberantes matorrales de helechos y madreselvas y te embriagas contemplando el esplendoroso arco iris que forman cientos de seductoras flores resplandecientes: tulipanes, lirios, rosas, orquídeas, narcisos, violetas, incluso la humilde margarita se siente fascinante emergiendo por todos los rincones del parque, atrayendo libidinosamente mareas de animalillos a su cortejo de amor. Y te sientes bien. Es entonces cuando caes en la cuenta del niño que despreocupado corretea por el huerto, se para frente a ti y te mira, te habla y tú le saludas. Con manos temblorosas tocas su rostro, esas mismas manos que un día supieron sosegar quebrantos y enhebrar sueños, y le acaricias las mejillas sonriendo su vitalidad.
Con ternura ves cómo se aleja mientras te arropan brumas de recuerdos: otro niño corretea y salta despreocupado y feliz; eres tú que te sientes tocado por la plenitud de la inmortalidad, y de pronto entiendes que cuanto te rodea solo es parte del ciclo de la vida. Hurgas en tu bolsillo. Allí están las tres semillas de las que brota la luz y germinan vergeles, las que regalan cachos de vida, dispensando esperanzas a quien las posee. Observas de nuevo al chiquillo, son sus juegos los que le llevan de nuevo hacia ti. ¿O quizás no? quizás es el destino quien le atrae, pero allí está. Vuelve a mirarte y tú a sonreírle. Se acerca, acaricias su cabello negro azabache y con disimulo dejas caer las tres semillas en el bolsillo de su pantalón corto. Otra vez se marcha, ahora ya hasta perderse vivaz entre la espesura.
De nuevo contemplas el jardín; al fondo, el mar inunda tus sentidos con aromas de sal, lo aspiras profundamente, cierras los ojos y entiendes que ya no buscas, ahora solo esperas, quizás es por eso que te sientes complacido con la grandiosidad que surge a tu vista, la misma que envuelve el gozo de la primavera y que alimenta la dicha de saborear cada nuevo día regalado. Aunque tú ya sepas que ese día, para ti, será el último.

 La historia continúa en el blog de mi buena amiga Sara O. Durán:  

Este cuento forma parte de una idea de Ibso desde su blog: Camino a Utopía, en el que se van engarzando historias basadas en su relato: "Semillas del corazón", y a quien quiero agradecerle que haya querido contar conmigo.