Vuelvo de nuevo a los jueves con una historia que no sé si es de fantasmas, pero si que es de misterio. Está basada en hechos reales. La he adaptado de un pasaje que mi padre escribió en su libro de memorias "Mis recuerdos". Espero que os guste. Disculpad si tardo un poco en visitaros, este fin de semana no tendré mucho tiempo y os iré visitando para leer vuestras historias de fantasmas a lo largo de los próximos días.
El carro hacia las calles de arriba
Es esta extraña historia el primer gran recuerdo que
tengo de cuando era niño. Vivíamos en un pequeño pueblo manchego donde
transcurrió toda mi infancia, yo tenía seis años cuando cogí una bronconeumonía,
enfermedad que en aquel lejano año de 1935 era tan frecuente como grave entre
los chicos de mi edad, dejando tras de sí tristes desenlaces. Durante horas de
incierta vigilia, la casa se llenó de familiares y vecinas elevando plegarias y
rezos, y esa misma tarde prepararon mi mortaja cuando el médico les comunicó a
mis padres que de aquella noche seguramente no pasaría.
Fiebres sombrías envolvieron el
que debía de ser mi último sueño. Soñé un solitario carro de madera de grandes
ruedas tirado por dos caballos famélicos, durante unos pocos segundos se paró delante
de la puerta de mi casa, silencioso y lúgubre, luego continuó lentamente su
camino calle arriba.
Al amanecer, de manera
sorprendente, la fiebre casi había desaparecido y yo estaba muy recuperado.
—¡He visto a la muerte! —dije en voz alta en cuanto pude hablar tras la
multitud de besos que empaparon mi cara—y la he visto subir hacia las calles de
arriba.
No me hicieron demasiado caso, todos
pensaron que no era más que una pesadilla provocada por los delirios de la
fiebre. Lo único importante era que las plegarias escuchadas habían traído el
milagro de mi recuperación. En casa todo era alegría.
Nadie le dio importancia a mi
historia, ni siquiera cuando a media mañana corrió la noticia por todo el
pueblo de que había amanecido muerto un vecino que vivía unas calles más arriba
de la nuestra.
Yo también dejé de darle
importancia y durante mucho tiempo lo olvidé, incluso cuando varios años
después me casé con María, la hija pequeña de la Vicentica y del señor José, aquel
hombre que poco antes de estallar la guerra civil había fallecido de modo
repentino un frío amanecer en una casa de las calles altas, donde en medio de
un sueño febril vi detenerse un carro tirado por dos caballos famélicos, el
mismo que segundos antes había visto pararse delante de mí puerta.
¿Quieres que te cuente más relatos de fantasmas? en casa de Charo
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Jolín vaya historia! y estas son de las de verdad, yo creo que cuando estamos cerca de la muerte la sentimos incluso hay quien dice que los niños están más abiertos y tienen un don especial con estos temas. Un relato que aunque inquietante es precioso. Besos.
ResponderEliminar¿Es verídica?, ¡qué horror! ¿como se te pudo olvidar?, creo que a mí no se me olvidará nunca.
ResponderEliminarVaya... Me has recordado al Carru de la muerte que se dice aquí en Asturias, un carro que va por el cielo buscando las almas que se desprenden de los cuerpos al morir... y también he recordado la historia de la Santa Compaña... una procesión que se encarga de recoger a los difuntos... Se me han puesto los pelos de punta al leer tu historia...
ResponderEliminarBesines...
Que historia la tuya!!....mira que en una misma noche te encontraste cara a cara con la muerte, te recuperaste de la fiebre y te quedaste sin suegro...como nos manipula el destino....Es una historia para no perderse ni los pormenores,,,besos
ResponderEliminarufff !!!
ResponderEliminarvaya historia que en verdad asusta un poco, espero no haya sido verdad ja
Son esas inexplicables cosas que ocurren en el cerebro humano. Como no lo usamos ni en una milésima parte, pues no podemos razonarlo.
ResponderEliminarYo sueño con espacios construídos exactamente iguales antes de que los construyan.
Abrazos a las chicas y a ti, claro.
José Vicente, un relato sobrecogedor. Misterioso, al estilo de un Poe, me ha gustado mucho. A veces, lo más cotidiano te sorprende y aterroriza más, quizás por eso mismo. Abrazos.
ResponderEliminarUna historia inquietante, además de ese carro sobrenatural, el haber tenido la muerte cerca y que otro murió en su lugar.
ResponderEliminarBien logrado el efecto inquietante.
Qué buena historia, sí señor...bien traída...yo que ahora vivo en la mancha, creo que estos pueblos dan para muchos carros y caballos famélicos y muertes extrañas y repentinas y para recuerdos como el que nos traes...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y suerte en la Fira...
Una historia que vino para quedarse, casi real e inquietante. Saludos amigo!
ResponderEliminarHola José Vte.
ResponderEliminarMenos mal que el carro pasó de largo, así aquel niño en el futuro tendría un@s estupoend@as descendientes.
Un beso, Montserrat
¡Vaya historia, José Vicente! Y más sabiendo que es real. Me alegro de que aquel niño superara la enfermedad, eso sí, dudo que olvidara aquel suceso. Me alegro de leerte. Besos
ResponderEliminarLas fiebres altas, hacen posible cualquier alucinación. Per la tuya fué muy bonita y oportuna. Saludos amigo!
ResponderEliminarHola José.
ResponderEliminarEstas cosas ocurren y no son sueños, es información que se nos da en ese estado de consciencia para que absorbamos lo que es importante sin tenerle miedo.
Es posible que en ese momento no asociemos los detalles, no era tu tiempo, por eso el carro siguió su camino adelante.
Muy interesante, seguro que tendrás más.
Un abrazo.
Ambar
José Vte. Más allá de la verosimilitud de la historia, quiero destacar la fluidez y calidad literaria con la que has desarrollado la misma. Eso hace que su lectura sea apasionante y amena. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que relato más sorprendente, y en base a hechos reales. Lo bueno que supiste afrentar la muerte sin más consecuencias. No era tiempo que abordaras ese carruaje, esta memoria la tenías que compartir con nosotros los jueveros. Excelente trabajo.
ResponderEliminarBeso
Es que la fe mueve montañas, y como no era su hora, la muerte se fue a buscar otra víctima. Desde luego los sueños traen nuestro subsconsciente a flote y nos cuentan cosas que muchas veces nos nos damos cuenta, de nosotros mismos.
ResponderEliminarUn abrazo
Un relato basado en hecho real y es que la fiebre puede ser capaz de todo desde las alucinaciones, me sorprendió gratamente tu relato, José.
ResponderEliminarUn beso.
Aquí se mastica el terror, amigo, que fantástica historia y que imágenes! si hasta he oído el chirriar de las ruedas del caro!
ResponderEliminarUn besazo
Es un relato estremecedor, muy bien contado y desde luego muy creíble porque a esa edad no se inventan esas cosas, creo yo.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar!
Un beso
No era tu momento y la muerte lo sabía.
ResponderEliminarA veces se deja ver para avisarte de que te da una oportunidad y debes saber vivir la vida que te da de ventaja.
Para un niño de esa edad vivir algo así tiene que ser como un salto en el vacío pero igual era la forma de dar la fuerza suficiente para vivir.
Un beso muy grande y tu historia casi que da ganas de más. Casi, no. Sí.
Qué buena historia, y qué bien contada!!!
ResponderEliminarNo era su momento, sól eso...
Un beso.
Me ha gustado mucho tu historia a la vez que también me impresiona con la crudeza que esta contada.Sigue contándonos historias.
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