Me atraía mucho esta propuesta con un tema tan importante y
actual, pero por falta de tiempo no he podido escribir ningún relato inédito,
aún así no quería dejar de participar en este jueves de Nieves. Por ese motivo
me he decidido a rescatar este que ya publiqué en mi libro de relatos
"Despertar". Es bastante largo, por lo que de justicia dispenso a
todos de leerlo y comentarlo. Las ilustraciones son un orgullo para mí, dos
auténticas obras de arte originales para el relato, dos óleos pintados por un
gran artista y muy buen amigo, un colombiano que llegó como refugiado político a España y que ahora, junto con su hija y su pareja alemana, han tenido que irse a buscar trabajo a Alemania: Libardo Mora.
Aviones en el cielo
Érase un mismo planeta y dos mundos…, una esperanza y dos deseos…, un
pueblo y una aldea…, un solo cielo y dos vidas.
Érase una vez…
El
pueblo
Llega el
verano, atrás quedaron muchos meses de instituto, libros y exámenes. Con las
vacaciones voy a pasar unos días al
pueblo, a casa de mi abuela. Me gusta ir allí, es un lugar tranquilo, pero también
puede ser un sitio divertido y más cuando se llena de chicos de mi edad. Algunos
son primos, otros son amigos, formamos una buena pandilla.
A diario
vamos a la piscina o excursionamos al río, que discurre por un hermoso bosque
de chopos y pinos, al que llegamos en grupo y en bicicleta. Todo está a nuestra
disposición, todo para disfrutarlo. También hay días monótonos que pasamos
sentados en los bancos de la plaza comiendo pipas y charlando. Son días
interminables, de puro aburrimiento, que compensamos con los fines de semana
que compramos bebida y bailamos en el descampado de las afueras del pueblo. Es
excitante y liberador. Sabemos como pasarlo bien
Pero,
sobre todo, me agrada pasar el verano en el pueblo porque allí está mi abuela. Casi
nunca sale de él, no le gusta la ciudad. << Demasiados coches y demasiada gente>> suele decir.
Siempre,
cuando llego, tiene la costumbre de besuquearme por toda la cara con ruidosos e
interminables besos, costumbre que a mí no me gusta nada, pero ella dice que lo
hace porque me quiere mucho y me ve poco. Me encanta después de comer y cuando todos
duermen la siesta, sentarme con ella, junto a su mecedora, a la sombra de la
porchada de la casa y escucharla. Me habla en susurros, para no despertar a
nadie, y me cuenta viejas historias del pueblo. Historias entrañables y
cercanas de cuando mamá era joven o de cuando lo era ella. Muchas veces se
emociona al contármelas, sobre todo cuando habla de mi abuelo, es entonces
cuando se le aguan sus arrugados ojillos y son esos momentos en los que más orgullosa
me siento. Me fascinan sus relatos y me encanta mi abuela.
A veces
se convierte en mi cómplice, como cuando, ya amainando la fuerza del sol, me
deja subir a la colina que hay al lado del pueblo. Allí, tumbada entre la
hierba y las flores, veo a los aviones cruzando el cielo. Los miro embelesada. Es
entonces cuando imagino que soy yo quien vuela en uno de ellos, viajando a lugares
exóticos y lejanos, por trabajo y por placer ó haciendo el mejor viaje de
novios con el amor de mi vida. Son momentos mágicos pero efímeros, enseguida despierto
y me doy cuenta de que aún sigo aquí, tumbada en la hierba y confiando en que
algún día, este sueño, se hará realidad.
La aldea
Camino por tierras desangradas,
rezando a dioses que me han olvidado.
En la
aldea donde nací había una pequeña colina. Todas las tardes, desde que tengo recuerdo,
subía por aquella tierra seca y salpicada de musgo y me tumbaba en la cima para
ver pasar los aviones que cruzaban el cielo. No pasaban muchos, incluso había
días que no aparecía ninguno, pero cuando alguno lo hacía, por muy alto que estuviera,
yo salía corriendo colina abajo y, saludándole con la mano, le decía adiós. Soñaba
con el día en que volaría en uno de aquellos aviones a tierras muy lejanas.
La mayor
parte del tiempo lo pasaba ayudando a mamá, yendo a por agua o cuidando de mis
dos hermanos. Mamá decía que pronto iba a llegar otro, una nueva boca para
alimentar que agrandaría la familia.
En la
aldea sólo había madres con sus hijos y algunos ancianos. Casi no había
hombres, muchos se habían ido lejos, más allá de las montañas y del océano, contaban
que buscando el progreso, mamá dijo que mi padre era uno de ellos. Pocos
regresaban. De otros no se hablaba, decían que ya nunca volverían.
Un
día, hace ya muchas jornadas, todo cambió, vinieron muchos hombres con armas y
atacaron la aldea. Fue espantoso, hicieron daño a mucha gente y las callejas de
la aldea se llenaron de muertos. Tuvimos que salir de allí deprisa, sin nada y con mucho miedo. Fue tres días después de
parir mamá. Caminamos mucho, durante mucho tiempo, hasta un lugar donde decían
que había un gran campamento en el que se reunía la gente y se estaba seguro. Hacía
calor y los caminos eran secos y estaban llenos de piedras y de arena, casi no
teníamos agua y mi hermano pequeño lloraba mucho.
Un
día, por fin, llegamos. Aquel sitio era muy grande, el más grande que había
visto nunca y estaba lleno de tiendas, había mucha gente y cada día llegaba más.
También acá, como en la aldea, casi todo eran mujeres con sus hijos y muchos ancianos.
Aquí,
en el campamento, no hacemos nada, solo esperar. Yo siempre tengo mucha sed,
casi no hay agua, nos dan una poca cada día, no mucha. Hace mucho calor y el
aire está lleno de polvo que remueven los vientos del desierto; hay muchas
moscas, por todas partes, que se pegan por la cara y por el cuerpo, las
espantas pero continuamente vuelven; siempre huele mal, creo que es por que hay
mucha gente enferma, echada en el interior de las tiendas, no hablan, sólo
miran con ojos inmóviles y temerosos que a mí me dan mucho miedo. Tengo mucha
hambre. Durante los primeros días casi no comimos nada y me dolía mucho la
barriga. Eran insoportables los calambres, pero se me fue pasando. Ahora casi
no siento nada.
Miro
al bebé, hace dos días que apenas llora, tiene unos preciosos y grandes ojos negros
que casi no se mueven y siempre está agarrado al pecho de mamá, pero ya no saca
nada. Dice que es porque se esta secando y apenas da leche. Mamá ahora está muy triste y su mirada, como la de todos, siempre está perdida.
No me
gusta este lugar, me quiero marchar, quiero volver a la aldea, a mis juegos, ir
a recoger agua y subir a mi colina, pero mamá dice que eso no puede ser.
Cerca
de nuestra tienda, también hay una colina, a la que a veces subo. Me cuesta
mucho, pero lo hago y miro los aviones que cruzan el cielo. Pasan muchos, pero
ya no salgo corriendo para decirles adiós, estoy demasiado cansada, sólo los
veo volar y siempre les saludo con la mano. Me sigue gustando verlos, pero ya
no me emociono.
Hoy
he visto pasar uno muy grande, casi tan grande como la aldea. De su barriga han
salido grandes paquetes que caían muy despacio. Se lo he dicho a mamá y ella,
nerviosa y angustiada, nos ha gritado que debíamos de ir allí muy deprisa.
Hemos
corrido cuanto hemos podido, apenas tenemos fuerzas pero mamá decía que no podíamos
detenernos. Cuando llegamos ya había mucha gente alrededor, es muy difícil acercarse,
hay demasiadas personas. Todos gritan y se insultan, todos se empujan, muchos caen al suelo y los pisan, todos
quieren ser los primeros, todos tienen grandes ojos asustados, todos tienen
hambre, todos están desesperados.
Había
hombres y mujeres repartiendo comida. Llenaban con arroz los cuencos que llevábamos
en las manos. Mamá, con el bebé agarrado a su pecho seco, llenó su cuenco, mis
hermanos y yo también lo hicimos.
Mamá ha
dicho que hoy hemos sido afortunados...
Epílogo:
sueños
Mi
nombre es Raquel. Nací en Europa. Dicen que tengo un futuro incierto, pero el
futuro soy yo. Se que en algún momento o en algún lugar, habrá algún avión
esperándome. Sólo confío en poderlo alcanzar.
Mi
nombre es Amira. Nací en una pequeña aldea de la región de Bakool. Soy africana.
En mi
mundo ya casi no quedan ilusiones, pero existen los sueños. En los míos veo un
mar de aviones que, atravesando el cielo, consiguen oscurecer el sol, incluso,
a veces, puedo ver como mi hermano pequeño
corretea por las tierras secas de la aldea. En mi sueño siempre sonríe.
Es un relato magnífico del que surge una pregunta: ¿por que han de existir dos aldeas, dos mundos, si nuestros sueños son los mismo?
ResponderEliminarConozco muchas respuestas para esta pregunta, pero ninguna me llena de esperanza.
Un abrazo.
Tu relato nos hace ver que la inocencia infantil no entiende de repartos, de fronteras, de lugares... los sueños no entienden de colores de piel, de nacionalidades, de etiquetas...
ResponderEliminarOjalá los adultos se dejaran llevar por sueños y no por leyes estúpidas que dividen al mundo en dos y dejan morir de hambre a uno de ellos... ojalá...
Siempre tan acertado en tus historias Jose Vte. Enhorabuena, me ha encantado...
Muchos besinos!!
Extraordinario! este es un tema que podríamos estar hablando de él y nunca acabaríamos de entender
ResponderEliminarHola, Jose Vicente.
ResponderEliminarY como un "juego" los niños ven la trageda que les marcará la vida. Pero me que don esta frase:
"Camino por tierras desangradas,
rezando a dioses que me han olvidado."
Lamentablemente, hay más de un mundo y miles de sueños rotos.
Besos y abrazos.
Qué bien has planteado el paralelismo entre esos dos mundos!... qué bien nos has hecho sentir que ambos son parte de una misma realidad que tantas veces ni se comprende ni se quiere ver. Muy buen recurso. Me ha gustado leerte.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Me ha gustado el paralelismo que has utilizado, en esos dos mundos que les has tocado vivir a esas dos niñas con el mismo sueño; pero que viven una vida tan diferente.
ResponderEliminarUn abrazo
Al leerte me viene a la memoria algo que decía muchas veces una amiga, "hay que tener suerte hasta para nacer" pues eso, hay que tener suerte. Muy buena tu entrada Jose Vicente.
ResponderEliminarBesos.
Dos vidas con sueños paralelos, la ilusion de vivir y continuar. Unos sueños se vetan truncados, los otros pueden avanzar. Todo depende del lugar donde naces. Como siempre magnifico y precioso a pesar de la dureza. Besos.
ResponderEliminarDos vidas con sueños paralelos, la ilusion de vivir y continuar. Unos sueños se vetan truncados, los otros pueden avanzar. Todo depende del lugar donde naces. Como siempre magnifico y precioso a pesar de la dureza. Besos.
ResponderEliminarEsa diferencia, esos dos mundos, queda reflejada, contrastando en tu magnífico relato, contraste que adquiere la brutalidad de la realidad en su final.
ResponderEliminarAbrazos.
He terminado hoy domingo de leer todos los relatos de refugiados porque no he tenido mucho tiempo disponible en la semana...pero lo he terminado leyendo tu relato y quizás decir que me ha gustado no es lo apropiado debido al tema, pero lo ha sido por la dualidad de esas dos vidas...asi es esta vida..unos estan arriba a veces sin saber que hacer con tanto dinero y otros suplicando un poco de agua...
ResponderEliminarTe deseo un buen domingo ..
Dos personas muy distantes y no sólo geográficamente. Sin embargo, los sueños, en el fondo, son los mismos. Ambas sueñan con aviones que los conduzcan a una vida mejor.
ResponderEliminarCreo que la inmensa mayoría de las personas sueña con una vida mejor, basada en la solidaridad y en la concordia, cosa que los que mueven los hilos del mundo no van a permitir nunca, a no ser que seamos capaces de forzarlos a ello.
Un fuerte abrazo.
Ese estilo costumbrista, cotidiano, íntimo que tan bien dominas, es un reflejo exacto de muchas realidades que son una. Que pena que las cosas no se resuelvan contando cuentos.
ResponderEliminarAbrazos
Es un relato precioso...
ResponderEliminarMuchos besos.