La ruleta
—No va más —gritó el
crupier
La sensación
de que no debería de estar ahí le asaltaba como cada noche, pero ya no hubo
remedio cuando el puñado de fichas arrebatadas a la hipoteca terminaron de deslizarse
por el tapiz verde con temblorosa determinación.
El empleado pellizcó la bolita de marfil que comenzó
a dar vueltas incesantes por el resalte de madera, al tiempo que con un suave
empujón a la cruz hizo que comenzara la hechizante danza de las casillas.
—La salida parece surgir cada día de un lugar distinto —había
pensado hacía unos minutos, mientras trataba de moverse entre el intrincado laberinto
de máquinas y mesas. A pesar de conocer perfectamente la casa de juego, parecía
perdido entre el caos de sonidos, luces de neón y gente que sitiaba todos
aquellos pasillos. En un arrebato de cordura había decidido parar de jugar y
marcharse; ahora solo deseaba cambiar el dinero y regresar a su hogar quebrado,
a salvo de la obsesión que le consumía cuando al salir de la oficina cogía la
dirección de la autopista contraria a su casa, la que llevaba al casino.
Su
determinación pronto fue abatida cuando el dedo de una despampanante rubia de sonrisa
perlada, vestido rojo entallado y envuelta de sensualidad, le invitó a sentarse
junto a ella, en la única silla libre que quedaba en la mesa de otra reluciente
y seductora ruleta.
La bola comenzaba a frenar su velocidad, golpeándose
con los azares en forma de rombo que jalonaban su descanso en alguno de los numerados
pozos forjadores de sueños.
Su mirada hipnotizada
quedó prendida en el hueco que formaba el número 15 negro y con manos
temblorosas apostó todas sus fichas. En esas monedas de plástico iba toda su
vida. Algo muy dentro le gritaba que esa iba a ser su noche y lamentó que la
rubia se hubiera marchado sin que él se diera cuenta, sin duda ella habría sido
un buen final a la racha triunfal que le esperaba.
El tiempo
pareció detenerse en una sensación de vértigo que conocía sobradamente mientras
veía la bolita dar giros y más giros por el borde de la ruleta. De repente un
escalofrío recorrió su columna vertebral al recordar justo en ese momento las
palabras de aquel obligado terapeuta de tediosas sesiones: —Los números de la ruleta da
como resultado 666.
La bola fue
decayendo en su celeridad y la expectación era máxima entre quienes rodeaban la
mesa, todos nerviosos y con el ansia atrapada en la garganta. En el momento en
que comenzó a rebotar entre los huecos, el hombre se santiguó tres veces, cruzó
los dedos y alzó la vista hacia el techo en busca de protección divina.
—Quince negro —cantó el crupier.
Un grito
resonó desde lo más profundo de su alma, al tiempo que con manos sudorosas quedó
presto para recoger la montaña de fichas que estaba seguro haber ganado.
—Lo siento señor —volvió a hablar el
crupier —sus fichas estaban colocadas en la casilla de abajo, en el 18 rojo. La
banca gana.
Con gesto
derrotado y mientras el empleado arrastraba con la paleta todas las fichas desparramadas
por el tapiz, el hombre supo al instante que ya no vería amanecer.
*Nota: Los números de la ruleta van desde el 1 al 36
Este es un tema que siempre me preocupó. Siento un rechazo especial por esos lugares donde los jugadores compulsivos desbordados y descontrolados enfermizos se juegan "hasta los calzones" . Es un temazo Vicente!!!
ResponderEliminarUn magnífico texto y una de las peores obsesiones, el juego destroza la vida del enfermo y la de toda su familia. Muy bien escrito me ha encantado.
ResponderEliminarUn beso.
Terrible. La obsesión por el juego nunca resulta ser una salida para las situaciones desesperantes. Seguro a último momento algo falla y la banca gana... como siempre!
ResponderEliminar=(
Un relato duro y real... "yo controlo" y sucesivamente día tras día, maldita obsesión!
ResponderEliminarSaludos.
Hay quienes favorecen esa adicción. Se dice que se busca que el interior quede aislado de exterior, que no se note si es día o de noche.
ResponderEliminarGran relato José V. La adicción al juego es terrible... tan difícil de superar por quienes la padecen, quizá por la gran carga de adrenalina que produce y en la que nos internaste con tu trabajo.
ResponderEliminarFuerte abrazo.
Mucho más que una obsesión, como dice Neo es algo en lo que la banca gana siempre, el final tremendo, muy bueno!
ResponderEliminarUn beso!
Terrible, pero cierto. Yo he visto como el hombre considerado como el "más rico del pueblo",se deshacía de toda su fortuna en partidas en el Casino. Hasta el extremo de pedir para pagar el café, ya que el camarero no le fiaba.
ResponderEliminar¿Obsesión o enfermedad?
Un abrazo.
Sin duda alguna tu protagonista es un compulsivo ludópata, que llegó al extremo para satisfacerse y perpetuarse. Para algunos, la obsesión por el juego es más fuerte que las ganas de vivir. Sorpresivo su final.
ResponderEliminarUn beso
666 no es 999 y casualmente siempre gana "la banca".
ResponderEliminarAbrazote utópico, Irma.-
Esto del juego también es una adicción muy mala, no sólo por el que juega sino también por la familia que le rodea.
ResponderEliminarMuy bueno tu relato.
Un abrazo
Una terrible adicción tan difícil de poder manejar. El juego siempre lleva a generar una obsesión desmedida por ganar, por seguir arriesgando aun a costa de perderlo todo. Siempre una vez más, y otra y otra... Me ha conmovido tu relato, se debe sentir algo terrible al perder, y no poder poner punto final a la situación.
ResponderEliminarUn gusto leerte como siempre. Te mando un gran abrazo!
Intenso el paseo por el relato, con la emoción a flor y la angustia como compañera de viaje.
ResponderEliminarMaldita bolita y maldita rubia que distrajo hasta el temblor.
Muy bueno.
Abrazos
Qué estupendo relato! Cómo nos has llevado al juego, casi permitiéndonos vivir en la piel de ese ludópata! Creo que el rodar de la bolilla, me cortó la respiración hasta saber el resultado.
ResponderEliminarEn definitiva, tu excelente narración, nos pone por delante una problemática muy actual. Obsesionarse con la diosa fortuna, suele llevar a muchos al desfalco de sus vidas.
Besos y mis felicitaciones por tan buena entrega!
Gaby*
El juego es una obsesión importante por el número de personas que la padecen y por las familias que están rotas por él. Me da mucho respeto opinar sobre esta obsesión.
ResponderEliminarLa ludopatía es un buen ejemplo de obsesión por el juego, una droga que no mata pero destroza sobre todo a la familia.
ResponderEliminarMuy bueno tu acercamiento.
Un beso