Una sonrisa verdadera
Gustavo limpió su rostro para secar el sudor, se echó el
cabello hacia atrás y lo tapó con su viejo gorro de ducha; con la desgastada
esponja se embadurnó completamente la cara de polvo blanco y su rostro empezó a
tomar un curioso aspecto entre frágil y melodramático. Luego se
dispuso a perfilar sus ojos con el
delineador negro. Se dio cuenta que iba a ser una tarea difícil; unas
inoportunas lagrimas amenazaban con arruinar la delicada labor de maquillaje. ¡Que tópico! – pensó haciendo una
patética mueca. Un instante después se derrumbaba abrazado a su solitaria pena.
Por unos breves segundos creyó que no podría seguir, sollozando se miró las manos,
le temblaban tanto que casi era incapaz de controlarlas.
- No eres el único que
sufre pero si el único que alegra – le espetó su propia imagen desde el espejo.
De una manera briosa, casi con violencia, cogió los polvos
de talco y volvió a empolvarse la cara, dibujó su boca y coloreó sus mejillas. Cuando
se colocó la peluca naranja en la cabeza y la bola roja en su nariz, una
emoción distinta le recorrió la sangre y se sintió dispuesto para afrontar la
última función. La máscara de payaso una vez más le servía para aislar su
verdadero rostro. Gustavo había dejado de existir.
Gelsomín salió de su cuarto y lentamente caminó abriéndose
paso por los pasillos. Se sentía nervioso, tanto como el día que decidió hacer
feliz a su propio hijo vestido de clown. Siempre con la vista al frente, sin
mirar hacia atrás, el payaso llegó a la puerta. Durante unos segundos se paró; luego,
mirando al cielo cerró los ojos y tomó aire, lo hizo tan profundamente que la
nariz de goma a punto estuvo de caerle al suelo.
Fue cuando de un salto entró en la habitación del ajado hospital
infantil que los cinco niños que allí
había le miraron incrédulos y sorprendidos:
- ¡Bueeeeeenos díaaaaaas!, ¿quien de ustedes quiere una
sonrisaaaaaaaaaa?
- ¡Yooooooo! - Gritaron al unísono.
Sus ojos en ese instante irradiaban tanta luz como la
estrella más brillante del universo.
Gran labor la de Gelsomín detrás de su máscara, el hombre sufre, delante ríe y crea risas, aplauso, pero...la doble personalidad deja huellas en la nariz de goma.
ResponderEliminarExcelente José, un relato que de alguna manera es una pequeña muerte pero capaz de crear vida.
Besito.
Inmensa y humanitaria labor al de este hombre que encuentra. tras su máscara, la fuerza y la inspiración para reconfortar a quienes más lo necesitan, en este caso, niños enfermos. Quizás en cada uno recuerde a su propio hijo, lo cierto es que gracias a sus risas, el dolor se olvida cuando ese clown con alma de ángel entra en escena.
ResponderEliminarMuy buena historia!
Muchas gracias J.Vicente por participar!
Hay poca gente así, altruista por naturaleza, parece que siempre llevamos en la cara escrito ¿Y eso cuánto me va acostar? ¿Y cuánto piensas pagarme?
ResponderEliminarAños y años llevaba yo a los niños del conservatorio a cantar suavemente villancicos por los pasillos de todo el hospital... los niños crecieron, el conservatorio desapareció y me quedé sola, mi voz se apagó también, pero cada Nochebuena me acuerdo de las sonrisas de las personas que allí pasaban obligatoriamente la navidad, enfermos o familiares.
Muy bonito.
Beso y café.
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ResponderEliminarEl detalle de las lágrimas impidiendo el maquillaje, el de la respuesta que le da el espejo y la honda respiración que realiza justo antes de entrar en la habitación son para mi tres aspectos sobresalientes de un relato superemotivo cargado de valores y frases brillantes.
ResponderEliminarSinceras felicidades pues por la idea y otras tantas o más aún por la excelente ejecución.
Te estoy leyendo y me admiro de ser el lugar que visito primero en este jueves. Quiso el azar, que encontrara tu máscara y tu peluca. Tu narizota de rojo generoso, que sabe hacer reir, de la mejor manera!!!
ResponderEliminarBesos amigo!!
Qué tierno relato y que gran persona!. Afortunadamente queda gente con esta generosidad y esa necesidad de ayudar y hacer felices a los demás, sin pedir nada a cambio.
ResponderEliminarMuy bien narrado, has demostrado que esconderse tras una máscara se hace a veces con un fin admirable, no siempre indican una falsedad.
Un beso, Leonor
La labor del Payaso es una de las más difíciles que existen. Dicen de ellos que deslizan el mundo de la pena y la risa en la fina línea de lo imposible. Tu relato me parece estremecedor, y humano, y tierno. Es alegre y es tremendamente triste.
ResponderEliminarExcelente
Un abrazo
Los niños a los que dedica Gelsomín su función no pueden ni imaginar que detrás de ese alegre payaso se encuentra un Gustavo triste y afligido. Es la magia del teatro, de meterte en la piel de otro personaje tan diferente a tí por unos minutos. Este hombre, eso sí, cumple una gran misión dentro de ese hospital, hacer más llevadera en él la estancia de los pequeños, y eso, cuanto menos, se merece un aplauso (y otro para el autor del relato, claro está) Un beso.
ResponderEliminarPayaso, un bonito oficio que alegra a los niños, ¿y que no hay más bonito que ver sonreir a un niño? Aunque al final ha de volver a la realidad, sino malo.
ResponderEliminarBuen relato
Un saludo
Ojla hubiera más como él, pero el altruismo no prolifera...
ResponderEliminarActuar asi debe llenarle el alma.
Un abrazo
Generosidad a manos llenas, ese tipo de máscaras son de otra masa. Dulce y tierno relato Jose Vicente.
ResponderEliminarUn abrazo.
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ResponderEliminarEso nos pasa a todos y todas alguna vez, al entrar en el trabajo o al volver a casa. Felicidades
ResponderEliminarPues mira, a mí no me gustan mucho los payasos, siempre me han dado miedo, (algún trauma que tengo por ahí), pero este tuyo casi me hace llorar de la emoción.
ResponderEliminarHay que ser muy valiente para enfrentarse a esas situaciones.
Genial tu relato, valenciano.
Besos.
que hermoso !!!
ResponderEliminarmuy buen relato y gran labor la que realiza realmente aquel payaso que con gran pena en su alma da todo de si para entregar la luz de una sonrisa a quien la necesita aunque quien más la necesitaría seria el mismo
Me has hecho recordar aquellos días en que también estuve hospitalizada y llegaron un grupo de jóvenes a la sala a alegrarnos un poco, que bien me sentí, por un momento olvide todo el dolor y la soledad que sentía
ResponderEliminarUna labor impagable la de Gelsomín, la ONG Payasos sin Fronteras tiene esa como una de sus actuaciones. En este caso el dar un momento de ilusión siempre es eternamente agradecido, pero veras, en mi lugar de trabajo se organiza todos los 6 de Enero una "cabalgata" con reparto de regalos incluido y no solo os niños lo viven con ilusión también a personas con muchos años en sus espaldas les ves un brillo inédito en los ojos ese día.
ResponderEliminarUn abrazo
Ríe payaso...
ResponderEliminarNo se que sentirán los artistas cuando se enfrentan al público, pero la recompensa (el aplauso) debe darles una vitalidad como para borrar cualquier pena. La alegría cura y es una tarea bastante compleja. A todos nos puede conmover y hacer sufrir las mismas cosas pero de la risa no todo nos causa gracias.
Dedicar el tiempo libre a hacer feliz a los peques aunque sea por un pequeño instante de tiempo en su monotonía me parece de persona grande... los niños siempre agradecen estos detalles, son los mejores para dar valor a una sonrisa que seguro el guardará en su corazón.
ResponderEliminarUn beso
Precioso.
ResponderEliminarLos payasos sin fronteras, estos que hacen feliz a los niños enfermos, sonreir a los ancianos.
Una maravilla.
Enhorabuena y un beso, Montserrat
Difícil profesión la de payaso porque tienes que hacer reír incluso en las ocasiones en las que tu corazón llora.
ResponderEliminarIntuyo que su hijo estuvo hospitalizado y fue entonces cuando comenzó esta bonita y generosa labor de hacer reír a los niños enfermos.
Intuyo que es su última función porque el motivo originario ya no existe y le resulta demasiado duro seguir visitando el hospital.
Precioso, trágico y emotivo a la vez.
Un abrazo
ibso
Es una historia muy bonita, pues pocas satisfaciones hay como hacer sonreir a un niño (y más si está en un hospital)
ResponderEliminarBss.
ay, José! a mi me ponen tristes los payasos, me ha sucedido desde niña, sin ninguna explicación. pero a este gelsomín, me han dado ganas de abrazarlo.
ResponderEliminarun beso
Un payaso en un hospital infantil es lo mismo que una piñata en un cumpleaños de niños, siempre guardan una sorpresa que hace feliz a los pequeños y a los mayores :))
ResponderEliminarQué bonito, José Vicente. Me gustó mucho.
Un abrazo :)
Qué hermosa historia, me emocionó!!!
ResponderEliminarUna labor maravillosa acompañar a los niños que padecen esas cosas, dibujarles una sonrisa entre tanta tristeza.
Un abrazo.
La función debe continuar. Tras la máscara de payaso, tal vez reina la tristeza y el dolor, de nariz roja y esférica hacia afuera, buen humor, sonrisa, humanidad a raudales. Es su sino. Impagable la labor que realizan los Payasos sin Fronteras, a los que he tenido ocasión de ver en alguna ocasión. A veces, las máscaras son herramienta imprescindible para llevar felicidad.
ResponderEliminarHermoso relato, José Vte.
Formidable incursión en ese mundo del 'ríe, payaso' y muy acertadas las pinceladas que insinúan otro relato detrás del que se presenta como protagonista.
ResponderEliminarGracias por este rato de buena lectura.
Un abrazo.
Has coincidido en el tema con Cas y ambos relatos merecen mucho la pena. El tuyo me ha encantado, muy especialmente esa frase que se dice a si mismo, el segundo párrafo.
ResponderEliminarAbrazos.
Marcada por las características del alma de payaso, que siemrpe se ha dicho que guardan una gran tristeza, detrás de su máscara; me fui leyendo muy despacito, con mucho miedo la faena de Gelsomín, esperando algo muy dramático.
ResponderEliminarAl final fue un alivio, que te apiadaste de los que como yo intuíamos algo mucho más triste, y te lo agradezco, jajaja! que no deja de ser tan triste que los niños lleguen a los hospitales.
Besitos.
p.d. qué lindoooo! tienes un buen de nuevos lectores y un gran público...
me alegro muchotote.
Olvidarnos de nosotros para hacer felices a los demás, esas máscaras son geniales. Un abrazo.
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