Noche de Reyes
Algún ruido
despertó a Carlitos, aunque no se puede decir que hubiera dormido mucho. La
cabalgata de Reyes a la que le habían llevado sus papás aquella tarde le había
excitado mucho y esos nervios no se los pudo quitar ya en todo el día.
Se había
acostado temprano. Bueno, en realidad como todos los días, pero a él le pareció
que era muy pronto y protestó un poco. Estaba demasiado excitado pero sus
padres le convencieron de que era lo mejor, pues aquella noche era especial.
Era la noche de Reyes y para Carlitos, a sus recién cumplidos cinco años, era
la noche más mágica de toda su vida.
Carlitos dudó.
No sabía si levantarse a averiguar qué era ese ruido. Un poco de miedo sí que
le daba pero también le comía la curiosidad porque él continuaba oyendo
pequeños ruiditos y ligeros murmullos. ¿Serían los Reyes Magos que habían
entrado a su casa cargados de regalos?
Finalmente la
curiosidad pudo más que el miedo y se decidió a ir a averiguar qué pasaba. Con
mucho sigilo se bajó de la cama y despacito fue abriendo la puerta poco a poco,
muy despacito, silenciosamente. Cuando hubo la suficiente abertura asomó la
cabeza y miró a ambos lados del pasillo. Todo estaba oscuro y no se veía nada.
Bueno, todo no, al fondo del pasillo, en el comedor, se veía una tenue luz. Los
ojos se le abrieron como platos, ¡eran ellos, eran los Reyes Magos, seguro!
Con mucho sigilo
abrió la puerta lo suficiente para poder pasar por ella. Se puso a cuatro patas
y empezó a gatear. Cuando salió de la habitación y estaba en el pasillo se paró
un momento. Se puso a pensar en si llamaba a su hermana. Ella dormía en la
habitación de al lado. Dudó un poco, pero definitivamente no quiso hacerlo,
seguro que no le iba a creer. Además, ¡no se lo merecía! Ella ya no jugaba con
él desde que se creía mayor, no le hacía caso, así es que no le iba a dar la
satisfacción de ver con él como los Reyes dejaban los juguetes que habían
pedido. Cuando se lo contara por la mañana, seguro que se iba a morir de la
envidia.
Muy despacito se
puso a gatear hasta la habitación de donde salía la pequeña luz, la del
comedor. Siguió gateando hasta llegar a la puerta. Ésta estaba un poco
entreabierta y pudo ver unas sombras que se movían de un lado a otro, pero no
distinguía nada. Movió un poco la puerta, despacito, para ver un poco mejor y
entonces la vio, justo en frente. Toda la luz de la luna que entraba por el
balcón parecía darle a ella porque resplandecía. Ahí estaba la bicicleta que
tanto deseaba. Era grande, tenía una gran cesta delante del manillar y unas
enormes y preciosas ruedas, ¡y era morada!, ¿Cómo sabían que era el color que
le gustaba? ¿Lo había escrito en la carta? Sea como fuere, lo habían adivinado
y se la habían traído.
La excitación de
Carlitos subió tanto al verla que le dieron unas irrefrenables ganas de hacer
pipi. Tantas, que incluso notó que se había mojado un poco, pero
afortunadamente pudo controlarlo antes de que hiciera un charco en la puerta
del comedor ¡que habrían pensado los Reyes si hubiera mojado el suelo allí,
delante de ellos! Hubieran descubierto que él estaba mirándolos y a lo peor hasta se llevaban la
bicicleta como castigo por estar espiando.
Se levantó y
corriendo se fue hasta el water. Afortunadamente hacía algún tiempo que ya era
capaz de ir solo. Encendió la luz, se bajó el pantalón del pijama y el pequeño
calzoncillo y se sentó en la taza, porque de pié, como hacía su padre, no
llegaba. En alguna ocasión lo había intentado pero solo consiguió mojarse los
pies, llenar todo el water de pipi y
llevarse la consiguiente riña de su madre, que le dijo que era muy gorrino. Así
es que de momento lo mejor era no seguir intentándolo, ya crecería.
Allí estaba
Carlitos, sentado en la taza y con los pies colgando soltando su pipí, cuando
vio asomar a su madre por la puerta y con cara de susto.
—Carlitos, ¿qué haces aquí a estas horas? – le preguntó
—Quería hacer pipí, mamá.
—¿Y por qué no me has llamado?
—¡Mamá,
es que he visto a los Reyes!
—¿Cómo es eso que has visto a los
Reyes? – preguntó su madre con cara de sorprendida.
—¡Si,
si, he visto luz en el comedor, me he acercado despacito y he visto como
colocaban los regalos!
—Carlitos,
no seas mentiroso, ¿por qué dices esas cosas? A los Reyes no se les puede ver.
—¡Si,
de verdad, mamá! Vestían como los de la cabalgata, ¡con coronas y todo!
Carlitos pensó
que si le decía una pequeña trola su madre le creería más que si le decía que
solo había visto unas sombras.
—Vale
Carlitos, pero no se lo digas a nadie porque si se enteran los Reyes de que los
has visto y que no estás durmiendo quizá no te dejen nada. A ellos no les gusta
que los vean, por eso son magos, porque nadie los puede ver.
—No,
no, mamá, yo no digo nada, que yo quiero la bicicleta.
Una vez que dijo
eso se dio cuenta de que tal vez los Reyes podían oírle decir que la había
visto y se la llevarían, como decía su madre. Eso le asustó mucho.
—Venga,
cariño, no te preocupes. Vete a dormir y verás mañana como te han traído los
regalos que quieres.
Su mamá llevó a
Carlitos a su cama y lo acostó con una sonrisa cómplice. Guiñándole un ojo le
tapó hasta el cuello y le dio un beso de buenas noches, seguidamente apagó la
luz y cerró la puerta. Carlitos aún tardaría un buen rato en quedarse
profundamente dormido. Habían sido unos momentos de mucha emoción como para
dormirse enseguida, pero finalmente el cansancio le pudo y un dulce sueño se
apoderó de él.
—¡Vamos Carlos, levanta, que ya han
venido los Reyes! Era su hermana
quién le estaba llamando y apremiándole para levantarse.
Rápidamente
Carlitos se levantó, se calzó las zapatillas y en pijama como estaba, y con una
emoción sin límites, siguió a su hermana mayor hasta el comedor, el lugar
mágico donde estaban los juguetes soñados.
Cuando entró, un
segundo después que su hermana, vio la hermosa bicicleta morada de grandes
ruedas y a su hermana abrazándola con una gran alegría. Al otro lado y junto a
sus zapatos, había otra bicicleta. Ésta era roja y blanca, con las ruedas mucho
más pequeñas. También tenía una pequeña cesta en la parte delantera del
manillar, y sobre todo se dio cuenta de que tenía dos ruedecillas pegadas a la
rueda trasera.
Con gran
disgusto se dio cuenta de que la preciosa bicicleta grande y morada era para su
hermana y que la otra, la bicicleta de las ruedecillas para niños pequeños, era
la suya. Una pequeña desilusión se dibujó en su rostro.
La estuvo
mirando durante un rato, primero con algo de enfado, pero enseguida se dio por
satisfecho pensando que así podría aprender a montar en ella y se caería menos.
Al fin y al cabo era un buen paso para dejar atrás su viejo triciclo de tres ruedas.
Ésta era más grande y casi parecía una bicicleta de verdad.
Así es que,
finalmente, se unió a la alegría de la familia por los regalos que les habían
dejado los Reyes. Pero en un momento dado se fijó en el belén que estaba
montado en el hueco del gran mueble que tenía el comedor y en los Reyes Magos
que, subidos en sus camellos, estaban ya junto al portal, y es que a su madre
le gustaba ir acercándolos poco a poco desde que llegaba el día de Navidad.
Cuando vio que
nadie lo miraba, que cada uno estaba ocupado con sus propios regalos, Carlitos
se acercó al belén y dirigiéndose a los tres Reyes les dijo en voz muy bajita:
—Oye,
que sepáis que yo no os he visto de verdad, y que no teníais porque haberme
cambiado la bicicleta.
Este cuento está publicado en mi primer libro de relatos "Despertar".
Ilustración original de mi niña, Irene García Fuentes, para el libro.
Este cuento está publicado en mi primer libro de relatos "Despertar".
Ilustración original de mi niña, Irene García Fuentes, para el libro.
Tierno y muy apropiado para la gran Noche que se acerca
ResponderEliminarGracias José Andrés.
EliminarMe gusta en ocasiones recrear esa ternura que inspira la inocencia de los niños. Creo que en eso coincidimos.
Tus cuentos de Navidad son todo emotividad y delicadeza.
Un abrazo.
Encantador y precioso, y es que escribes con una delicadeza unica, el final tiene su gracia en la inocencia del niño, besos.
ResponderEliminarMuchas gracias Inma.
EliminarHace poco escuché decir que la Navidad entra en casa cuando hay niños con los que vivirlas. Es junto a su inocencia donde se pueden disfrutar.
Un abrazo
Encantador y precioso, y es que escribes con una delicadeza unica, el final tiene su gracia en la inocencia del niño, besos.
ResponderEliminarMuy bonico este relato, q evoca esa etapa tan hermosa y limpia y unica e irrepetible q es la niñez, gracias Jose Vte p el regalito d RR MM p adelantado, besos
ResponderEliminarGracias a tí Pilar, por visitarme aquí en el blog, por leerlo y por tus bonitas palabras.
EliminarEl recuerdo de la niñez es lo que nos quedará siempre, pasen los años que pasen.
Un abrazo
Muy bonito y tierno tu cuento. Es tan encantadora la ilusión de los niños. Mi hija una vez también me dijo que vió la sombra de los reyes, y es que la magia solo la pueden ver los niños.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Carmen.
EliminarEsa inocencia, esa ilusión por una noche tan mágica como la de reyes es encantadora. Se disfruta solo de mirar los iluminados rostros de los niños.
Un abrazo.
Que recuerdos de bendita inocencia, muy bien recreados.
ResponderEliminarFelicitación por esa bella imagen...ujummmm familia muy creativa.
Paz y armonía en 2016
tRamos
Muchas gracias tRamos.
EliminarLos recuerdos a la inocencia de una infancia que a algunos a veces nos gusta recrear.
Le daré las gracias a Irene de tu parte. Las mías te las vuelvo a dar.
Feliz año, bien cargado de ilusión y sueños cumplidos.
Que recuerdos de bendita inocencia, muy bien recreados.
ResponderEliminarFelicitación por esa bella imagen...ujummmm familia muy creativa.
Paz y armonía en 2016
tRamos
Yo me sé de uno que dijo: "Mamá, yo ya no me creo lo de papanoel, pero tú no se lo digas por si acaso"....
ResponderEliminarUn abrazo y buen año, amigo.
La magia y la ilusión no saben de edades cuando se tiene el alma de un niño.
EliminarFeliz año Verónica y muchos besos.
Encantador relato José Vte.
ResponderEliminarQue no pierdan nunca la magia y la ilusion
Un beso
Feliz noche de Reyes.
Isa
Así debería de ser, que ningún niño perdiera nunca la magia y la ilusión, no solo en el día de Reyes, tampoco mientras durara su infancia. Esa debería de ser nuestra obligación como adultos.
EliminarGracias Isa.
Feliz noche de Reyes
Un abrazo
Me ha gustado mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias primo. Me alegro enormemente que te haya gustado este cuentecillo navideño.
EliminarDa muchos recuerdos.
Un fuerte abrazo.
Amigo me gusta mucho "recrear" esos recuerdos de la infancia que en mi caso al menos son imborrables y hacen a la delicia del buen vivir de todo niño.....
ResponderEliminarTambién en mi caso, amigo Lao. De la infancia es de donde mejor se sacan esas pequeñas historias que son cachitos de nosotros mismos.
EliminarUn fuerte abrazo.
qué dulce cuento y qué tierno enojo!
ResponderEliminarme ha encantado!
Gracias Miralunas. Sí, el pobre Carlitos al final tiene que conformarse y protestar por lo que considera toda una "real" injusticia. Bendita inocencia.
EliminarFeliz año y un fuerte abrazo.
el internet me trajo hasta tu lugar Me ha encantado leerte
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