Este relato de terror es una invitación de un buen amigo LuisBernardo Rodríguez y os invito a pasearos por su blog Letra Digital Uruguay (LDU) para celebrar Halloween (o Día de los
Difuntos de toda la vida) para leer allí estas "Sombras de la noche" que os presento y que creo que os gustará. De paso os recomiendo que leais el resto de relatos de
este especial Octubre en LDU con terroríficas historias de Charo Cortés Sánchez (genial) Sindel Karina, Tere Oteo Iglesias, etc. Pasaréis mucho miedo, lo pasaréis bien.
Sombras de la noche
Ya es casi de
madrugada cuando por fin he podido terminar ese trabajo urgente que mañana hará
feliz a mí jefe. Miro la hora que me confirma lo tarde que es. Me arreglo deprisa
y cierro aliviado la puerta del despacho. Parece mentira, pero hasta que no
piso la calle no caigo en la cuenta de la cantidad de horas que llevo encerrado
en aquella oficina delante del ordenador, de lo agotado que estoy y de lo mucho
que necesitaba saborear el aire fresco. Camino, respirando la noche con tanta
parsimonia que el autobús que debía de coger se marcha vacío de la parada.
Enojado conmigo mismo salgo detrás de él agitando con frenesí las manos y
gritando para que se detenga, pero no lo hace. El conductor o no me oye o no
quiere oírme, aunque sí que me parece ver sus ojos fijos clavados en mí a
través del espejo retrovisor y como una irritante sonrisita aflora a sus labios.
Tras un buen rato persiguiéndolo desisto, no hay manera humana de alcanzar ese vehículo
que vuela más que corre por la desierta avenida. Maldiciendo, me agacho con las
manos sujetando mis rodillas y resoplando con pesadez, necesito tomar aire. Pienso
en que la he hecho buena, éste era el último autobús y viviendo al otro lado de
la ciudad no me queda otro remedio que coger un taxi o ir caminando. Saco la
cartera. Como siempre, no queda dinero en ella. Rebusco entre mis bolsillos y
solo consigo reunir tres miserables euros; un taxi a esas horas cuesta unos doce.
Resignado me digo que quizás no sea tan mala idea regresar a casa andando. Estoy
cansado, pero hace una noche estupenda con una hermosa luna llena, ideal para pasear
relajadamente y pensar. Al fin y al cabo en casa no hay nadie esperándome.
Las calles permanecen
desiertas y en silencio, solo roto por unos gritos lejanos producto sin duda de
alguna pelea. Me cruzo con alguien que, como yo, agacha la cabeza con recelo mirándome
de reojo, y con un mendigo que arregla sus cartones en el chaflán de un
comercio. Miro el reloj, la una y diez, llevo veinte minutos caminando y aun me
quedan otros tantos. La tranquilidad empieza a romperse cuando escucho el eco,
amplificado por el silencio, de unos pasos desacompasados detrás de mí. No miro
hacia atrás porque no quiero expresar temor, pero la realidad es que ya he girado
dos manzanas y el insistente sonido de esos pasos a mis espaldas comienza a
ponerme un poco nervioso.
Discretamente acelero
la marcha. El murmullo de las pisadas también se acentúa. Giro una avenida y me
escondo en un portal. Quiero aguardar a que mí perseguidor pase de largo.
Espero un par de minutos, pero no pasa nadie. Salgo del patio y me asomo. Está
desierta. Noto que estoy sudando y me rio de mí mismo al caer en la cuenta de
que he pasado un poco de miedo. —La oscuridad está llena de temores y de ruidos
— pienso. Algo avergonzado silbo mentalmente una canción para intentar
relajarme, pero la calma dura poco, enseguida vuelvo a escuchar otra vez pasos
detrás de mí. Esta vez sí, esta vez me giro de golpe y me parece ver como una
silueta se escabulle entre las sombras de la apenas iluminada acera. No sin
cierto temor me acerco. Es un callejón oscuro. La respiración se me acelera
enormemente. Saco el móvil e intento hacer algo de luz. Busco, pero allí no hay
nadie. Inspiro profundamente y guardando el móvil salgo del callejón. Creo que
me estoy volviendo paranoico
Después del
susto sigo vagando por las calles despobladas, intento calmarme tras caer en la
cuenta de que en realidad no ha pasado nada, todo ha sido producto de los miles
de ruidos producidos por la propia noche y amplificados por mi enorme sugestión.
Hoy ha sido un día largo y sin duda estoy más cansado de lo que creía.
De pronto vuelvo
a oír de nuevo los pasos, pero ahora no escucho uno si no muchos pasos a la vez.
Me giro y mi inquietud se transforma en pavor cuando veo perfectamente como un
grupo de figuras rechonchas y sin forma
definida avanza a paso ligero hacia mí. Sin preguntarme siquiera de donde han
salido salgo corriendo. Ellos también aceleran su marcha. Ahora sí que estoy verdaderamente
asustado y siento que no puedo pararme. El corazón me late con furia y corro
todo cuanto puedo. Logro mantenerlos a distancia. Cada poco giro la cabeza y
los veo detrás de mí persiguiéndome, sigilosos e inexorables. Al cabo de varios
minutos siento que tengo la garganta seca y entonces caigo en la cuenta de que estoy
gritando con todas mis fuerzas. Corro, maldigo y grito cuanto puedo. Noto como el
cansancio se va apoderando de mí. Mis piernas se vuelven de corcho. Me caigo.
Como puedo me levanto y continúo corriendo. Sudo, lloro, grito. Vuelvo a mirar.
Las sombras siguen detrás, incansables y jugando con mi terror. No alcanzo a distinguirlos
porque en ningún momento se acercan lo suficiente. Con angustia veo que comienzan
a salir más figuras de otras calles que me obligan a desviarme por callejuelas
poco iluminadas. Mi cuerpo y mis piernas aguantan por pura supervivencia. Siento
mis venas y arterias hinchadas, densas e inundadas de puro pánico. El flato en
mi costado me duele enormemente y el corazón parece a punto de estallarme. No
hay un alma por ningún sitio, no pasan coches, las luces de ventanas y balcones
están apagadas, nadie se asoma a pesar de los gritos, no sé qué ocurre, no sé
quiénes son ni porqué me persiguen, sólo sé que no puedo dejar de correr.
Al fin me siento
tan exhausto que casi me arrastro, a punto estoy de desistir y abandonarme cuando
al atravesar uno de aquellos pasadizos sin apenas iluminación, algo o alguien
salido de la nada me golpea con fuerza lanzándome a varios metros. Pierdo el
conocimiento.
Muy despacio voy
abriendo los ojos. Noto como la fresca brisa de la noche humedece mi cara. Me
siento aturdido, pero casi no tengo dolor y el cansancio parece haber pasado.
Por un momento creo que todo ha sido una pesadilla, producto de un día tan pesado.
Me devuelve a la realidad un olor nauseabundo que impregna por completo el
ambiente; una figura tapona mi visión de las miles de estrellas que pueblan el
cielo. Mareado como estoy muevo los ojos intentando distinguir entre la difusa
luz. Cuando logro ver, el horror se instala definitivamente en mi cabeza. Lo
que tengo delante de mi vista es un ser deforme y grotesco de apenas medio
metro. Sus brazos, pequeños y llenos de bulbos, contrarrestan con unas manos
grandes y poderosas, terminadas en unos dedos unidos entre sí por una especie
de membrana, y su cuerpo, abultado y repulsivo, está envuelto en sucios
harapos. Pero es su cabeza la que de verdad me llena de espanto. Es rugosa,
deforme y desproporcionada al resto del cuerpo. Dos grandes agujeros en el
centro de su cara se mueven de manera espasmódica encogiéndose y produciendo unos
desagradables silbidos y lo que parecen ser su ojos están completamente
separados y ocultos entre un mar de pliegues. De su boca, que raja de parte a
parte toda su cara, sobresalen grandes y negruzcos dientes y entre ellos borbotea
un líquido gelatinoso y rojizo que chorrea encima de mí. Es un ser subhumano y
ancestral, semejante a un repugnante batracio.
Y me habla. En
realidad no mueve la boca, pero mi cerebro se inunda de palabras que hablan de
oscuridad, de edades remotas y de la adrenalina producida por el miedo como
sustancia vital. Torbellinos de frases cuentan su historia y retumban en mi
mente que lentamente se va apagando, es entonces cuando un minúsculo rayo de la
hermosa luna llena me permite ver como un montón de seres repulsivos y deformes
se disputaban entre sí el festín de mis últimos restos. Dentro de unos segundos
no quedará nada de mí que pruebe que un día caminé sobre la tierra y bajo el
sol. Pronto, lo que un día fue mi cuerpo formará parte del ciclo de unos
tiempos arcaicos ya olvidados.
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